07 julio, 2012

Sobreviviente. Pt 2

La sobrevivencia del más apto... Vale un pepino si te peleas con zombies.



Sabía que debía moverme tan pronto fuera posible... Aun más rápido en la oscuridad de la noche.

Llevaba conmigo solo lo necesario: Una escopeta y dos pistolas cortas, una espada que había encontrado en una incursión a una armería y un reproductor de música. Aparte, una mochila que me servía para transportar municiones, algunas provisiones y una pc.

Sabía que no todos eran zombies. No había forma de que yo fuese el único sobreviviente a esta crisis. Una parte de mi esperaba que todos aquellos usuarios de de alguna red social que solían decir que sobrevivirían en caso de apocalipsis zombie tuvieran razón.

Reí ante tal pensamiento. En esos tiempos solo se bromeaba al respecto, como se bromeaba con el Fin del Mundo según el Calendario Maya o La Tercera Guerra Mundial... Bromas, nada más... Quien iba a pensar que esas bromas se volverían realidad.

A la fecha seguía sin explicarme del todo bien como lograba encontrar corriente eléctrica y municiones, y sin embargo no tener redes de Internet o comunicaciones. Era una total locura. Como lo era el escucharles con su arrastrado andar, avisándome que era momento de moverme.

Llevaba tiempo moviéndome en círculos entre los lugares que solían ser mi hogar... El departamento de mi madre... La casa de mi abuelo... El salón de fiestas de mi tía.

Esta vez, la noche me encontró en el abandonado y tablillado salón de fiestas de mi tía. Un lugar bastante tétrico en mejores tiempos, ahora totalmente tenebroso debido al esparcimiento del virus.

Se encontraba rodeado de perros, todos ellos contaminados. Todos ellos buscando algo que comer. Estoy seguro de haber visto varios que llegué a conocer, y tenido que asesinarles. Si eso me dolía, no tenía idea de como sería si debía matar a algún amigo o familiar.

Después de intentar comunicarme de nuevo con el grupo que había localizado hace unos días atrás, cargue la escopeta y me predispuse a salir. Había truenos. El clima tampoco ayudaba mucho. Siempre me pareció curioso como en películas y videojuegos la noche parecía durar una eternidad. Ahora, en esa situación, tenía algo de sentido.

Caminé con la escopeta a punto, escuchando a mi alrededor por si había un imprevisto. Si lograba llegar a la luz en la plazoleta estaría, cuando menos un poco, más a salvo.

Seguía dándole vueltas a la situación cuando escuche unos gruñidos detrás de mi acompañados por un rápido andar de patas. Apunte la escopeta, que contaba con una improvisada lámpara pegada con cinta de aislar y le ví saltar a tiempo para disparar.
¡BANG! Cayó al piso con la cabeza atravesada por mi disparo.

Mi idea era llegar a casa de mi abuelo, donde aún había provisiones extras. Era una total suerte que mi tío y su esposa tuvieran la costumbre de comprar suplementos de más. Resultaba irónico que, en su tiempo, lo encontramos bastante superfluo.

Acababa de pisar la plazoleta cuando comencé a escuchar sus gemidos y pasos irregulares, acompañados de gruñidos y ocasionales ladridos. No entendía como era posible que parecieran organizare en oleadas para atacar, si no tenían cerebro que les coordinara. Caminé más rápido, tal vez podría evadir tener que gastar balas.

Estaba equivocado. Al ponerme contra la luz fui capaz de verles a todos. Eran demasiados y venían por todos lados. Entre perros y personas. Comencé a disparar, sin dejar de moverme. A veces caían de a 3, otras de 2. Había aprendido a apuntar hacía muchas noches.

Los perros se adelantaron mostrando los dientes entre su carne necrosada y gruñendo. No sabía si era hambre o simple instinto zombie. Seguí disparando. Los sonidos de la escopeta eran lo único que rasgaba el ruido de los gemidos y pasos. Hacía cuanto podía por salir de ahí.

Se me acabaron las balas. Y aunque tenía más en casa de mi abuelo y el departamento de mi madre, en ese momento de nada me servían guardadas. Puse la escopeta en la mochila y desenvainé la espada que había afilado horas antes. Les miré pensando que tal vez era suicidio lo que hacía, pero no había otra manera.

- No estoy listo para morir. - Susurre para mi mismo - No aquí, ni así...

Y me arrojé en una embestida sangrienta, cortando todo cuanto podía con la espada. Atravesando músculo y hueso. Cortando en pedazos irregulares. Defendiéndome de sus embestidas y mordidas. Era como bailar viendo como la sangre salía a chorros de sus cuerpos. Era una danza mortal.

Una danza que sabía bailar muy bien.

Logré salir de la plazoleta y corrí el tramo que me faltaba para llegar a casa de mi abuelo. Me encontré con algunos zombies en el camino, pero no eran amenaza alguna. Llegué a las paredes de la casa y escalé por las piedras hasta la ventana. Arrojé una granada hacia la calle cuando estuve a salvo.

Lo había logrado. Otra noche más vivo. Necesitaba descansar.

Ya me preocuparía por buscar mas sobrevivientes cuando el sol me protegiera.



... Eso claro, si podía sobrevivir el resto de la noche.

...

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